El artista visual trabaja sobre lo laboral y la precariedad, desde un acercamiento corpóreo con una práctica llamada “faquir”, de origen islámico. Si bien en aquella connotación las personas renunciaban al cuerpo y sus bienes terrenales por una superación espiritual, la práctica de mortificación corporal es un estilo de vida para miles de personas sin oportunidades en la ciudad de México, en el sistema colectivo de transporte Metro realizan pequeños actos, sobre camas de vidrios rotos. Una manera de intercambiar el dolor por dinero.
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